Cementerio de Mount Hope

Mount Hope

El cementerio de Mount Hope es un claro ejemplo de cómo deberían de ser los campo santos. Aquí en España nos empeñamos en encerrar a nuestros difuntos entre altos muros y grandes rejas, y no conformes con esto, se ponen horarios “de abierto al público”. Siempre he pensado que los cementerios son lugares bellos, pequeños rincones aislados de la locura del mundo donde la paz y la tranquilidad vencen al tiempo, o por lo menos, lo anestesian.




Este cementerio Victoriano se encuentra en Rochester, estado de NY. Se extiende por suaves colinas y valles glaciares a lo largo de más de 200 hectáreas. Fue creado sobre la tercera década del siglo XIX para dar servicio a una ciudad cuya población aumentaba con velocidad y en la que las enfermedades y epidemias, demandaban un Cementerio grande y alejado de la ciudad, todo lo contrario de los cementerios que existían hasta el momento




Durante más de un siglo, el cementerio se fue ornamentando con criptas y nichos a lo largo y ancho de sus laderas. La capilla de estilo gótico preside este lugar plagado de bellas estatuas y panteones majestuosos del más puro estilo Victoriano. Durante todo el siglo XIX y buena parte del XX, estos cementerios eran lugar de ocio y reunión. Las familias pasaban allí los días festivos de picnic, pues la muerte no se consideraba algo tétrico como en nuestros días.

Hoy en día, el cementerio sigue en funcionamiento aunque gran parte de sus instalaciones han quedado en desuso y permanecen en estado de abandono. El negocio de los enterramientos hicieron que la capilla, junto con su crematorio y otras estancias dejaran de usarse por completo.






Entrada a la capilla

Interior de la capilla

Hueco en el altar por el que se subían los féretros desde el sótano.

Ascensor para subir los féretros a la capilla. 

Otro interesante lugar es el crematorio, diseñado por J. Foster Warner, que se añadió a la capilla en 1912


En un oscuro rincón del crematorio, está depositado un ataúd de acero, en el que, posiblemente, se metían los cuerpos de las personas que habían muerto de alguna enfermedad infecciosa.